No se si habreís oido hablar alguna vez de ella, pero es una periodista de Radio 5 Todo Noticias que suele hacer comentarios cortos de unos tres minutos que tratan sobre temas de la historia vistos desde un ángulo poco académico, destilando un humor ácido, ironia y bastante mala leche.
Cecilia siempre ha dicho que se imaginaba a una mujer sesentona, fumadora a más no poder y solterona porque no habría quien la aguantara con los dardos que tira.
Pués bueno, esta de aquí abajo es. Lo primero parece que no es (sesentona)y el resto no he querido investigarlo.
Bueno, pues todo esto viene a cuento de que ha caido en mis manos uno de los libros que ha escrito y que de verdad os recomiendo:
Recoge las historias curiosas de muertos que os decía que cuenta en radio 5 todos los días. Esta es la que abre el libro.
Así de interesantes y entretenidas, por lo menos para mi, son las historias que nos cuenta en este libro.
Si os interesa leer algo más de este libro ya sabéis donde estoy, pero bueno para que no nos encorra la SGAE mi recomendación es que lo compréis. A ver si va a leer esto la Sinde y me cierra el blog.
EL BOTELLÓN FÚNEBRE DE NERÓN
(37 – 68)
Nerón estaba como una cabra, esto no es nuevo. Fue el emperador más sanguinario de Roma, no tenía el más mínimo escrúpulo y su entretenimiento favorito, además del sexo y tocar la lira, consistía en matar a aquel que le estorbara. Nerón murió en junio del año 68, tras conocer que el Senado le había destituido y que toda Roma le buscaba para saldar cuentas. No tuvo valor para matarse y fue uno de sus libertos de mayor confianza, Epafrodito, quien tuvo que hundirle el cuchillo en la garganta. O sea, que más que suicidarse, a Nerón «le suicidaron».
Nerón era tan, tan pesado con eso de creerse un gran virtuoso —«¡Qué gran artista muere conmigo!» fue lo último que pronunció—, que sus actuaciones duraban días y noches. Cuando interpretaba estaba terminantemente prohibido que nadie abandonara el teatro, y algunos espectadores llegaron a fingir que habían muerto para que retiraran sus cadáveres y así poder huir de los insufribles cantos de Nerón.
La vida de Lucio Domicio Claudio Nerón estuvo salpicada de muertes. Subió al trono con dieciséis años, después de que Claudio, su padre adoptivo, muriera envenenado por Agripina, madre de Nerón. Esto fue sólo el principio. Nerón mató luego a su medio hermano Británico, a su madre y a sus esposas Octavia y Popea. También mandó a Séneca, su maestro, que se suicidara, y no hace falta recordar la ingente cantidad de cristianos que acabaron en la barriga de las fieras durante su reinado.
Como Nerón, además, era un cínico impresentable, durante la cremación de su segunda esposa, Popea, que murió tras recibir una patada de su perturbado marido, lo que le complicó el embarazo, se mostró como un esposo doliente. Así, organizó para ella unos funerales con honores y, según relató Plinio el Viejo, quemó toda la producción anual de incienso de Arabia en la pira funeraria.
Nerón fue incinerado en Roma, y los huesos que quedaron, enterrados en las afueras de la ciudad. El hombre no era especialmente querido por las gentes de bien, así que su tumba, sobre la que creció un frondoso nogal, acabó siendo centro de reunión de brujas y hechiceros. Allí se organizaba una especie de botellón que traía de cabeza a autoridades civiles y eclesiásticas. Tuvo que pasar un milenio para que llegara un papa y pusiera fin a tanto desenfreno. Fue Pascual II, que reinó entre los años 1099 y 1118, quien decidió acabar no sólo con las reuniones hechiceras, sino con la propia tumba de Nerón practicando un exorcismo en el lugar. Lo primero que hizo Su Santidad fue imponer un ayuno en Roma a la espera de recibir la inspiración para acabar con la maldición, si bien no hay datos fehacientes de cuántos romanos estuvieron sin comer mientras al Papa le venía alguna idea.
Afortunadamente, a la tercera noche se le apareció la Virgen y le indicó cómo liberar a Roma del poder diabólico del emperador quien, por cierto, se aparecía de vez en cuando. Al cuarto día se reunieron en torno al nogal que había sobre la tumba de Nerón cientos, quizá miles de personas. Según cuenta la leyenda, asistieron aterrorizadas a la ceremonia de exorcismo, junto a los rezos del Papa y numerosos cardenales. Pascual II, siguiendo instrucciones de la Virgen, taló el nogal, abrió la tumba y desenterró lo poco que quedaba del emperador. Los huesos fueron arrojados al río Tíber, que viene a ser lo mismo que mandarlos a freír espárragos.
A partir de entonces Roma vivió en paz, sin el espectro de Nerón dando vueltas por ahí. Los brujos y hechiceros se trasladaron a otro lugar y, años más tarde, otro papa, Sixto IV, mandó erigir en el lugar donde estuvo la tumba una iglesia consagrada a Santa María. El lugar está en la actual Piazza del Popolo. Allí, sobre el altar mayor, en uno de los relieves, está representado el papa Pascual II arreando el primer golpe de hacha al nogal. De Nerón nunca más se volvió a saber.
Quizá aún esté dando la murga a los peces del Tíber.
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