De repente un enorme incendio en el campo de San Mamés. Treinta y cinco mil bilbainos de rodillas rogándole al santo:
– “¡San Mamés, San Mamés, por favor, que lleguen pronto los bomberos!”
Y se aparece San Mamés y les dice:
– “Los bomberos no podrán llegar a tiempo. Hay mucho atasco en la ciudad y no llegarán”.
– “¡San Mamés, San Mamés , por favor, entonces qué hacemos… Ayúdanos!”
– “Mirad, la única solución es que os tiréis todos encima del fuego. Así se consumirá el oxígeno y se apagará”.
Así pues, los treinta y cinco mil bilbainos se tiran al fuego y claro, el incendio se apaga, pero ellos mueren chamuscados.
Llegan los treinta y cinco mil al cielo, llaman a la puerta y aparece San Pedro:
– “Pero, por todos los santos. ¿qué os ha pasado? Treinta y cinco mil bilbainos y todos chamuscados….”
– “Pues mira San Pedro. Hubo un fuego enorme y San Mamés nos dijo que para apagarlo teníamos que tirarnos encima, y así lo hicimos.
Y mira como hemos quedado. ¡Dónde está ese San Mamés, dónde está…!
– “Pero, ¡si no existe ningún San Mamés!”
– “¡Cómo que no! – dicen los treinta y cinco mil – nosotros hablamos con él”.
– “Pues aquí en el Cielo, os aseguro que no existe ningún San Mamés”.
San Pedro llama a todos los santos y los pone en fila para hacer una rueda de reconocimiento.
– “Mirad a todos estos santos y decidme cuál de ellos os dijo que era San Mamés”.
Los treinta y cinco mil empiezan a mirar y por fin ven a uno:
– “¡Éste es, éste es!”
San Pedro se acerca a él y dándole unas palmaditas en la espalda le dice:
– “¡San Sebastián, ésta vez te has pasado!”
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